Mensaje del Alto Comisionado Filippo Grandi con ocasión del Día Mundial del Refugiado 2025
Mensaje del Alto Comisionado Filippo Grandi con ocasión del Día Mundial del Refugiado 2025

El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, Filippo Grandi, saluda a un grupo de mujeres y niños que retornan de Líbano a Siria en un bus, en el puesto de frontera de Jdeidet Yabus.
Hoy es el Día Mundial del Refugiado, un día para reconocer la valentía y la resiliencia de millones de personas en todo el mundo que se han visto obligadas a huir de la guerra, la violencia y la persecución. Pero también es un momento para dar la voz de alarma en su nombre.
Un número récord de hombres, mujeres, niñas y niños se han visto obligados a dejar sus hogares. Más de 122 millones de personas en todo el mundo cuyas posibilidades de encontrar un lugar seguro y recibir ayuda hoy se están desvaneciendo.
La incapacidad absoluta de poner fin a conflictos como los de Sudán, Ucrania, República Democrática del Congo y Gaza sigue causando un sufrimiento humano incalculable. Sin embargo, personas inocentes que huyen para salvar sus vidas mientras vuelan las balas y llueven los misiles son injustamente estigmatizadas, y para ellas cada vez es más difícil escapar del peligro y encontrar un lugar donde recuperarse y reconstruir sus vidas.
Para empeorar una situación ya de por sí desesperada, los brutales recortes en la ayuda humanitaria están asfixiando la asistencia, amenazando la vida de millones de personas que necesitan ayuda desesperadamente.
En esta coyuntura crítica, es fundamental que reafirmemos nuestra solidaridad con las personas refugiadas, no solo con palabras, sino con acciones urgentes. Afortunadamente, no faltan ejemplos que nos inspiren: los países limítrofes a las zonas de guerra que siguen recibiendo y acogiendo a personas refugiadas; las comunidades locales que abren sus hogares, sus lugares de trabajo y sus corazones a las personas desplazadas; y los innumerables actos individuales de bondad y compasión que revelan nuestra humanidad común.
En muchos casos, este apoyo se encuentra entre personas que tienen pocos recursos para compartir y en lugares que se enfrentan a importantes retos económicos. Sin embargo, desde las naciones más ricas hasta los bancos de desarrollo, pasando por las empresas y muchos otros actores, podemos y debemos apoyar a estos países y comunidades compartiendo la responsabilidad de proteger a las personas refugiadas. Es a través de estos actos de solidaridad que podrá mantenerse dicha generosidad.
Asimismo, incluso en estos tiempos turbulentos, hay momentos de profunda esperanza. En este Día Mundial del Refugiado, me encuentro en Siria, donde, tras 14 años de crisis y desesperación, dos millones de personas ya han decidido retornar a sus hogares y comunidades desde la caída del régimen de Assad, el pasado mes de diciembre. En una región que ha sufrido tanta violencia (y que sigue sufriéndola), se nos presenta, no obstante, la oportunidad de ayudar a los sirios a alcanzar la estabilidad y la prosperidad. No debemos dejarla pasar.
Hoy me he reunido con familias sirias que retornaron tras vivir más de una década como refugiados. Su profunda alegría por estar entre rostros y entornos familiares, a pesar de las numerosas dificultades, es un conmovedor recordatorio del anhelo que sienten las personas refugiadas por su hogar.
Estos momentos solo son posibles gracias a la solidaridad: la solidaridad mostrada por los países vecinos de Siria, que brindan un lugar seguro a las personas hasta que estas consideren que es seguro retornar a su país; la solidaridad mostrada por las comunidades sirias, que acogen a sus compatriotas tras una larga y dolorosa ausencia; y la solidaridad mostrada por mis colegas de ACNUR y sus socios locales e internacionales, que están aquí para apoyar a las familias retornadas y seguirán acompañándolas mientras reconstruyen sus hogares y sus vidas.
Ahora más que nunca, debemos apoyar a las personas refugiadas para mantener viva su esperanza de un futuro mejor. En este Día Mundial del Refugiado – como todos los días – los gobiernos, las instituciones, las empresas y los particulares pueden demostrar que, al ayudar a quienes se ven afectados por conflictos sin sentido, avanzamos hacia una mayor estabilidad, humanidad y justicia para todos. Si lo hacemos, puedo prometerles que las personas refugiadas aportarán toda su valentía, determinación y talento a la tarea de crear un mañana mejor y más brillante.