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Los recortes a la financiación limitan el apoyo para refugiados congoleños en Burundi

Historias

Los recortes a la financiación limitan el apoyo para refugiados congoleños en Burundi

Desde enero, más de 71.000 personas congoleñas refugiadas han cruzado la frontera con Burundi, un país que no había visto tal cantidad de personas recién llegadas en décadas. Miles se han trasladado a sitios más seguros, pero, debido a la escasez de fondos, la asistencia vital no es suficiente.
28 April 2025
Con un bebé en brazos, una mujer congoleña que lleva puesta una blusa color rojo sostiene una tarjeta con la mano derecha. Junto a ella, una mujer que sonríe.

Chancelline observa la tarjeta que constata su registro mientras sostiene a su bebé en un centro de registro de ACNUR en Rugombo, provincia de Cibitoke, Burundi.

Cargando en brazos a su bebé de tres semanas, Chancelline Karekezi se formó en silencio en un estadio local en la comuna de Rugombo, al norte de Burundi, donde miles de personas refugiadas recién llegadas de la República Democrática del Congo esperaban ser registradas. Chancelline, de 26 años, todavía se estaba recuperando del parto cuando ella y sus cinco hijos tuvieron que escapar del mortífero conflicto que azotó Kamaniola, su lugar de origen, en la provincia de Kivu del Sur, República Democrática del Congo.

“Entre sueños escuchamos disparos y fuertes explosiones. Era de noche; la gente corría. Momentos después, tres hombres armados llamaron a la puerta y exigieron que mi esposo los llevara en su motocicleta al lugar donde se encontraba el resto de la tropa”, narró Chancelline. “Él se rehusó. Amenazaron con dispararle, pero él logró escapar. Empecé a gritar para pedir ayuda. En ese momento, ellos también huyeron”.

Como temía por su vida y veía que sus vecinos huían, Chancelline decidió empacar algunas prendas y escapar con sus pequeños. Atravesaron la selva durante tres largos días y sus noches con apenas un poco de agua y alimento.

“No sabía hacia dónde iba, pero no pensaba quedarme en casa a esperar que llegara la muerte”, recalcó. “Caminamos mucho y sin parar porque temía que los hombres armados nos alcanzaran. Había dado a luz a mi bebé tres días antes, así que seguía recuperándome del parto, pero tenía que seguir caminando”, contó.

Un grupo de personas sentadas a la sombra afuera de una casa hecha de adobe

Chancelline, Ishara (su esposo) y sus hijos a fuera de la casa de Charlotte, una mujer que les dio acogida en Rugombo, provincia de Cibitoke, Burundi.

Llegaron a la frontera agotados y hambrientos. Descansaron un par de horas antes de intentar cruzar el río Rusizi, que mide 300 metros de ancho y se caracteriza por fuertes corrientes, para llegar a Burundi. Mientras se aferraba a sus hijos en la embarcación, su mente se inundaba con historias de personas que habían muerto ahogadas luego de que el río las arrastrara. Lograron cruzar el río con ayuda de otros que también estaban huyendo.

Tan solo este año, la intensificación del conflicto al este de la República Democrática del Congo ha desplazado a más de 400.000 personas; muchas de ellas ya habían abandonado sus hogares para escapar de la violencia. Los incesantes enfrentamientos continúan cobrando vidas civiles y vulneran derechos humanos de forma generalizada entre asesinatos, saqueos, daños, secuestros y detenciones arbitrarias de personas desplazadas. Mujeres, niñas, niños y personas mayores en situación de vulnerabilidad viven en sitios hacinados en los que las condiciones son precarias, pues escasean el agua, el alimento y los servicios esenciales.

Más de 133.000 personas desplazadas han cruzado la frontera con países vecinos. Chancelline es una de las más de 71.000 personas que han llegado a Burundi desde enero de 2025; se trata del mayor número de llegadas que se ha visto en décadas. Sin embargo, la grave falta de financiación está socavando los esfuerzos por satisfacer las necesidades básicas de las personas refugiadas recién llegadas.

Chancelline logró llegar a un lugar seguro y pudo reencontrarse con Ishara, su esposo. Sin embargo, no había lugar para la familia en el estadio de Rugombo, que se encuentra a unos kilómetros de la frontera, donde se guareció la mayor parte de los refugiados. No tuvieron más opción que dormir a la intemperie en una escuela local cerca del estadio, donde otras familias refugiadas pudieron ponerse a salvo. Por suerte, una familia burundesa los acogió y compartió con ellos lo poco que tenía de espacio y alimento.

“Estaba lloviendo, y vi las condiciones en las que estaban. Mi corazón no concebía que yo pudiera dormir bajo techo mientras ellos estaban afuera, en el frío, así que les di la bienvenida a mi hogar”, narró Charlotte Mbomamkira, una madre burundesa que unos años antes había huido como refugiada a la República Democrática del Congo.

ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, está trabajando para que el Gobierno de Burundi registre a las personas recién llegadas y las lleve a sitios más seguros, lejos de la frontera, para que puedan recibir apoyo. Uno de ellos es el sitio de refugiados de Musenyi, al sur del país. Más de 14.000 personas – entre ellas, Chancelline y su familia – han sido reubicadas allí.

Sin embargo, debido a los recortes a la financiación, la comida escasea y los servicios médicos han llegado al límite, de manera que existe la posibilidad de que se propaguen peligrosas enfermedades, como el cólera. Un nuevo sitio para dar acogida a personas refugiadas ya supera su capacidad. Además, es mucha la presión sobre los servicios para personas refugiadas que tienen otras necesidades de protección, entre ellas, más de 400 sobrevivientes de violencia sexual, así como niñas y niños no acompañados o separados de sus familias.

ACNUR, otros organismos de la ONU y socios no gubernamentales necesitan USD 76,5 millones para brindar protección y asistencia, entre marzo y septiembre de 2025, a un estimado de 90.000 personas congoleñas refugiadas en Burundi.

Aunque Chancelline nunca imaginó que se convertiría en refugiada, espera que su situación mejores si reciben el apoyo que requieren: “Me alegra haber llegado y poder descansar”, dijo tras su arribo a Musenyi. “Preferiría quedarme aquí, donde impera la paz; [también] espero poder trabajar para sostener a mi familia”. 

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